También criticó que hubiera rechazado, antes incluso de que Irak
reaccionara, una propuesta británica en la que se desafiaba a
Bagdad a que tomara la decisión estratégica de desarmarse. La
propuesta, dijo, teñía tres elementos clave: pruebas «duras pero
realizables», incluido un compromiso inequívoco, a desarmarse; un
calendario «realista pero corto» para llevar a cabo esas pruebas
dada la «urgente necesidad de que Irak cumpliera las resolución
después de doce años de prevaricación»; y el entendimiento de que
habría «serias consecuencias» si Irak no cumplía sus obligaciones.
Este lunes se presentaba como la última oportunidad para la
diplomacia en el tema de Irak, pero la constatación de que el
proyecto de resolución que patrocinaban EEUU, Reino Unido y España
no iba a prosperar precipitó los acontecimientos. Greenstock
explicó que, dada la falta de consenso, por la amenaza de veto
esgrimida por un miembro permanente - en alusión a Francia sin
mencionar a ese país-, los patrocinadores retiraban el
proyecto.
No obstante, los tres países «se reservan el derecho a dar sus
propios pasos para garantizar el desarme de Irak», lo que induce a
pensar que la intervención militar es cuestión de días. En la
declaración del representante británico, a la que sumaron el
embajador de España ante la ONU, Inocencio Arias, y su colega
estadounidense, John Negroponte, Greenstock culpó a Francia de que
hubiera sido imposible unir al Consejo.
Según los observadores, cualquier iniciativa diplomática parece
ahora abocada al fracaso y se duda incluso de que Blix tenga
oportunidad de presentar su plan.
Según declaró el portavoz de la Casa Blanca, Ari Fleischer, «las
Naciones Unidas han fracasado en hacer cumplir sus propias
exigencias sobre el desarme inmediato de Irak y como resultado, ha
quedado cerrada la ventana diplomática». Como se puso de relieve en
los últimos días, el proyecto de resolución no sólo iba a contar
con la oposición de Francia o Rusia -países con derecho de veto en
el Consejo de Seguridad de la ONU-, sino también de aliados
tradicionales de Washington como México o Chile, un revés insólito
para la diplomacia de EEUU.
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