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El atentado de un suicida que al inmolarse causó ayer la muerte de un guardián israelí en una estación ferroviaria y del suicida palestino, ensombreció las esperanzas que despertaba el Gobierno del designado primer ministro palestino Majmud Abás (Abu Mazen), recibido a la vez con satisfacción y cautela por la población de Israel.

Ninguna de las facciones palestinas se adjudicó el ataque, pero la televisión libanesa «Al Manara» lo atribuyó a las Brigadas de los Mártires de Al Aksa, afiliada al movimiento Al Fatah.

Una de las primeras consecuencias, según opinaban medios del Gobierno de Ariel Sharón, es que esto dejará por ahora en suspenso una serie de medidas previstas para aliviar la situación de la población palestina bajo la represiva ocupación militar israelí.

Otros 13 civiles resultaron heridos en el atentado que a primeras horas de la mañana de ayer lanzó un suicida de 18 años, Haleb Hatib, del campo de refugiados de Balata, quien activó sus explosivos cuando el guardián que resultó muerto le pidió sus documentos de identidad.

Además, soldados israelíes mataron ayer a dos palestinos cuando reprimían una manifestación en la aldea de Karauat Bani Zeid en el distrito cisjordano de Ramala, informaron fuentes militares. El presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Yaser Arafat, ha condenado el atentado y también la muerte de dos civiles palestinos por el Ejército israelí.