La reunión, que apenas duró media hora, arrancó después de que
los dos aparecieran sonrientes ante las cámaras, tras una sesión de
trabajo con sus colegas de los siete países más industrializados y
Rusia dedicada a enviar un mensaje de confianza en la reactivación
del crecimiento económico.
La conversación de Bush y Chirac fue «muy buena, útil, positiva
y cordial», con un tono «cálido y amistoso» y marcada por «la
voluntad de trabajar juntos», según la portavoz del presidente de
Francia y de turno del G8, Catherine Colonna.
Los dos, agregó, «quieren mirar hacia delante» y que las
relaciones no sean «prisioneras del pasado», agregó al recalcar que
las diferencias están «asumidas» y, para Francia, «la amistad y la
solidaridad van unidas con la franqueza. Así es cómo concebimos las
relaciones».
Según fuentes francesas, Bush invitó a Chirac a viajar a EE UU,
el próximo otoño. Se trata de una visita a Washington, no al rancho
del presidente de EE UU en Texas, un privilegio que reserva a
quienes considera como estrechos y fieles aliados.
El pasado, pues, no está olvidado y cada uno se mantiene en las
posiciones que tuvo durante la crisis, en la que Francia abanderó
la oposición a los planes de guerra de Washington en Irak.
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