Los adversarios a la reforma de las pensiones del Gobierno de
Francia, que se mostró decidido a no dar marcha atrás,
protagonizaron ayer otra jornada de manifestaciones y paros que,
pese a su amplitud, no lograron paralizar el país.
El personal de la educación ha nutrido el centenar de
manifestaciones celebradas ayer en toda Francia.
El presidente francés, Jacques Chirac, primero y luego su primer
ministro, Jean-Pierre Raffarin, fueron tajantes al subrayar su
«decisión» de seguir adelante con la política de reformas
emprendida por el gobierno conservador galo.
Los sindicatos convocantes de la «movilización general» tampoco
están dispuestos a dar su brazo a torcer, y, tras felicitarse de la
«extensión» de la protesta, convocaron una «gran cita de huelgas y
manifestaciones» para el próximo 10 de junio.
Esas marchas han logrado convocar a entre 455.000 personas,
según la policía, y 1,5 millones, según los sindicatos, lo que
supone en cualquier caso una disminución del apoyo social a las
protestas con respecto a las del pasado 13 de mayo.
Ese dato no se le ha escapado al entorno de Raffarin, que habla
de «repliegue» evidente en la conflictividad social.
En cuanto a la huelga, ha sido seguida por entre un 22 y un 47
por ciento del personal de la Educación, según el Ministerio.
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