El órgano director de la Convención se ha inclinado finalmente
por que, a partir de 2009, el peso demográfico de cada país se
convierta en un factor de decisión, lo que resta capacidad de
influencia a España con respecto al 'statu quo' que rige en la
actualidad y al que prevé el Tratado acordado en Niza en 2000.
No obstante, el Gobierno aún dispone de margen para alterar el
acuerdo, durante la semana que resta de Convención y, sobre todo,
durante la Conferencia Intergubernamental (CIG) que dirá la última
palabra acerca de la Constitución Europea acordada.
Eran cerca de las dos de la madrugada del viernes, cuando el
Presidium, dirigido por Valery Giscard d'Estaing e integrado por
doce convencionales alcanzaba por fin un acuerdo de compromiso
sobre el título IV del borrador de Constitución, el que contiene la
arquitectura institucional de la nueva UE.
El Presidium es un órgano colegial, por lo que sus decisiones no
son fruto de votaciones sino del consenso entre todos sus miembros.
Pero esta vez fue diferente. Dastis no bloqueó el acuerdo -ello
habría supuesto bloquear todos los trabajos de la Convención a una
semana de su fin-, pero tampoco lo aprobó. La razón es que el
consenso del resto ignora la exigencia fundamental española: el
mantenimiento del sistema ponderado de votos acordado en Niza.
De hecho, el borrador incluye una reforma sustancial del sistema
decisional del Consejo en aquellas áreas que no exigen
unanimidad.
A partir de entonces, entraría en juego un sistema de «doble
mayoría» por el que las decisiones precisaran el respaldo de una
mayoría simple de países, cuyas poblaciones sumen además al menos
el 60 por ciento del total de la ciudadanía europea.
«Una cifra simple que representa el apoyo popular a una
decisión», apuntó Giscard d'Estaing.
Pero el criterio demográfico arrastra consecuencias prácticas
más allá de la mejora en la calidad democrática de la Unión.
Además, el nuevo borrador consolida la idea del presidente
estable del Consejo de la UE. El proyecto le dota de un mandato de
dos años y medio de duración, renovables, y de dos competencias
básicas: la coordinación de los trabajos del Consejo Europeo
(reunión de los Jefes de Estado y de Gobierno) y la representación
externa de la UE, sin perjuicio en este punto de las facultades del
futuro ministro de Exteriores de la UE.
El vicepresidente primero del Gobierno, Mariano Rajoy, aseguró
ayer que la fórmula de compromiso acordada por el presidium de la
Convención sobre el futuro Tratado de la UE, es «desequilibrada»,
aunque recordó que «hay tiempo para seguir debatiendo y llegar a
una solución más equilibrada».
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