«Hoy es un gran día», aseguró la ministra de Exteriores
española, Ana Palacio, porque «frente al escepticismo de muchos y
la condescendencia de otros, lo conseguimos: la Convención es un
éxito». «Nuestro texto es una revolución sin precedentes que marca
el principio del fin del derecho diplomático del siglo XIX», donde
los tratados se negociaban a puerta cerrada, porque ahora se «abre
un ventanal que trascenderá a los problemas del futuro».
Entre los cambios destaca el anclaje de la Carta de Derechos
fundamentales en el corazón de la UE, el reconocimiento de la
personalidad jurídica de la Unión, el aumento a 70 de las materias
(casi el doble) que se deciden por mayoría cualificada y el
refuerzo del poder legislativo del Parlamento Europeo.
Se otorga además a la Eurocámara la prerrogativa de elegir al
presidente de la Comisión siguiendo las elecciones europeas, se
creará un presidente estable del Consejo Europeo, un ministro de
Asuntos Exteriores, y la Comisión se perfila como un órgano
reducido, abandonando la regla de que todos los Estados miembros
tienen al menos un comisario.
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