Policías iraquíes contemplan los cuerpos de varios insurgentes asesinados en Faluya.

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EFE-FALUYA
Un cuarto de hora después, el lugar quedaba sembrado de cadáveres y los cuerpos de los heridos, mientras que los presidiarios que permanecían encarcelados en la dependencia policial aprovechaban la ocasión para darse a la fuga. «Rompieron los candados después de llegar hasta el calabozo», explicó el agente Alí Fadel, quien precisó que los insurgentes entraron en cada estancia de la comisaria disparando a quemarropa. «Comenzaron a tirotear desde los coches mientras les rodeaban» fue el relato de otro testigo, Brahim Fahd, empleado de la delegación del ministerio de educación, colindante con la comisaría.

«Se taparon la cara con las «kufiyas» (tradicional pañuelo árabe) y se atrincheraron detrás del muro de la escuela». «Enseguida escuchamos el estruendo de granadas. Los atacantes utilizaron en la segunda andanada varios morteros y lanzagranadas para abrir una brecha por la que entrar en el cuartel». Según declaró el subdirector del hospital de la ciudad, Adel Hamdán, quince policías, cinco civiles y tres desconocidos, que presumiblemente eran miembros de la resistencia, murieron en la refriega o en el hospital. Varios vehículos militares norteamericanos entraron en Faluya tras el incidente, aunque poco pudieron hacer por ayudar a las fuerzas iraquíes, que al anochecer continuaban apostadas en los tejados de viviendas y edificios públicos ante el temor de una nueva acometida de los insurgentes.

A cincuenta kilómetros al oeste de Bagdad y en el conocido como triángulo suní -donde se han producido la mayor parte de las operaciones armadas contra las tropas norteamericanas-, Faluya está considerado uno de los feudos de la resistencia iraquí. De otra parte, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) confirmó que dispone de autorización de Estados Unidos para visitar en prisión al ex presidente iraquí Sadam Husein, «próximamente».