«Ha sido como si hubieran pretendido llevar a cabo una misión
suicida. Es muy preocupante», comentó el ministro tailandés de
Defensa, general Chetta Thanajaro. El subdirector del Mando
Nacional de Seguridad, general Panlop Pimmanee, atribuyó los
ataques a los grupos separatistas musulmanes que el pasado enero
reanudaron las hostilidades con el asalto a un cuartel del Ejército
en la provincia de Narathiwat, del que robaron cerca de 300 armas
automáticas tras degollar a cuatro soldados.
«Lo que pretendían era robar armas», apuntó el primer ministro
de Tailandia, Thaksin Shinawatra, y descartó que estos incidentes
tuvieran relación alguna con el terrorismo internacional.
La violencia brotó cuando las fuerzas de seguridad, que habían
sido alertadas sobre la inminencia de los ataques, repelieron a los
asaltantes con contundencia y obligaron a los rebeldes a replegarse
y buscar refugio en casas y mezquitas.
Al menos 38 rebeldes perecieron a manos de los efectivos
militares tailandeses en la mezquita de Kruesie, en Pattani, donde
se habían atrincherado. La liberación de la mezquita se realizó con
el empleo de gases lacrimógenos y lanzagranadas, mientras que los
defensores se defendían infructuosamente con tiros de fusiles.
«La mayor parte de los muertos son insurgentes», aseguró el jefe
de la Policía de la región meridional, general Proong Bunphandung.
Al menos tres policías y dos soldados murieron en los diversos
combates librados contra los rebeldes, entre los que la mayoría
llevaban machetes y una minoría disponía de fusiles ametralladores
M-16 y pistolas.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.