En estados como Nueva Jersey, grupos y activistas han presionado
infructuosamente para que las autoridades busquen centros de
votación alternativos y no interrumpan las clases. En vez de
alumnos y mochilas recargadas de libros, los votantes, algunos
empujando cochecitos o cargando a niños adormecidos, se presentaron
desde tempranas horas a sus respectivos recintos. En Gaithersburg
(Maryland), a unos 35 kilómetros al norte de Washington, el
gimnasio de la escuela primaria de Flower Hill contaba con una
veintena de máquinas de votación electrónica y un número similar de
voluntarios, lo que la convirtió en un hervidero de activismo
político. Allí, Alicia Prathers, de raza negra, llegó a votar a
favor del candidato demócrata John Kerry. Al ver las largas colas,
comentó a EFE resignada: «son inconvenientes, pero son parte de la
democracia».
La jornada electoral no es día festivo en EEUU -han fracasado
varios intentos estatales con ese objetivo-, por lo que las hasta
125 millones de personas que acudirán a las urnas lo harán antes o
después del trabajo, o durante la hora del almuerzo. Para evitar
problemas de logística, seguridad y congestión de tráfico, la
mayoría de las escuelas públicas canceló ayer sus clases para
transformarse en centros de votación, aunque la decisión
corresponde a cada distrito escolar.
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