Su ingreso en la Unión, por último, deberá ser ratificado en
referéndum en países como Francia y Austria, cuyas opiniones
públicas a día de hoy son mayoritariamente contrarias a la
incorporación del gigante turco. Pese a todo, como destacó el
canciller alemán Gerhard Schröder, la decisión que importaba era
que Turquía pudiera comenzar a negociar.
El histórico acuerdo llegó después de un largo pulso entre los
veinticinco jefes de Estado o Gobierno europeos y el primer
ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, quien aseguró a la prensa al
final de la jornada que ayer se vieron recompensados «41 años de
esfuerzos». Los europeos han impuesto al Gobierno del islamista
moderado Erdogan muy duras condiciones para que Turquía llegue a
ser socio algún día de la Unión.
Ankara deberá reconocer, mediante un subterfugio jurídico, a la
república de Chipre; las negociaciones con la UE no podrán terminar
antes de 2014; en cualquier momento éstas podrán interrumpirse, si
así lo decide el Consejo. Por si este 'vía crucis' previo no fuera
suficiente, el acuerdo final establece que, si Turquía llega a ser
miembro, se le podrán aplicar derogaciones y cláusulas de
salvaguardia que la excluyan de las ayudas financieras más
sustanciosas.
La historia europea demuestra que lo que empieza siendo una nota
a pie de página en un informe de Bruselas -la moneda única, por
ejemplo- acaba convirtiéndose en un logro de dimensiones
históricas. La decisión de los líderes sólo fue posible después de
que Turquía accediera a reconocer, tácitamente, la existencia de
Chipre, cuya parte norte ocupa militarmente desde la invasión de
1974.
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