Sin embargo, mientras los sudaneses celebraban el acuerdo de paz,
los problemas masivos que enfrenta el país y los importantes
compromisos efectuados por ambas partes harán que su implementación
sea sumamente difícil. Sudán ha permanecido en guerra durante 40 ó
50 años, y el éxito del pacto no está garantizado.
La guerra entre el norte y el sur ha enfrentado al Gobierno de
Sudán -dominado por sectores islámicos- con los rebeldes, que
quieren una mayor autonomía y un mayor acceso a las riquezas del
país para el sur. El conflicto es culpable de más de dos millones
de muertes, debidas principalmente a la hambruna y las enfermedades
que han ocasionado la guerra.
«Nuestra gente ha experimentado la amargura de la guerra ... la
paz traerá abundancia a nuestro país», expresó el presidente
sudanés, Omar el Bashir. Asimismo, valoró que el acuerdo de paz no
sólo es entre los rebeldes y el Gobierno, sino que también
representa «un nuevo contrato para todos los sudaneses».
Finalmente, se comprometió en acelerar las negociaciones de paz
de la región de Darfur, en el oeste del país. Mientras, Garang
declaró que por primera vez el pacto aportará independencia a todos
los sudaneses, y transformará la nación, garantizando equidad para
todas las razas, grupos étnicos y religiosos. «Este acuerdo de paz
cambiará a Sudán para siempre», manifestó Garang ante una
multitud.
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