Los iraquíes acuden hoy a las urnas en un ambiente de guerra, miedo
y toques de queda, con un desolador paisaje marcado por las
explosiones y cercado por alambradas, para elegir un parlamento que
podría modificar el curso de la historia de su país.
A pesar de las intimidaciones y amenazas de la guerrilla, muchos
iraquíes creen que deben cumplir su deber electoral. Para aquellos
que vieron su vida arruinada por el régimen de Saddam Hussein y la
violencia ciega que siguió a su caída, estos comicios traen la
esperanza de un nuevo futuro.
Estados Unidos, que invadió Irak en marzo de 2003, y las
autoridades iraquíes esperan la participación masiva de chiítas y
kurdos, que sufrieron durante décadas el régimen del Baas, para que
estas primeras elecciones libres desde hace más de medio siglo en
Irak sean un éxito.
Las amenazas de extremistas como el jordano Abú Musab al
Zarqaui, el hombre de Al Qaida en Irak, no parecen doblegar la
determinación de kurdos y chiítas. Pero Bagdad será la principal
prueba para la participación en estos comicios.
De ellos saldrá un parlamento de 275 miembros que redactará la
futura constitución antes de que los electores sean convocados de
nuevo a las urnas, a finales de 2005, para elegir al gobierno
permanente. Los iraquíes esperaban ayer las elecciones de hoy con
el mismo temor que hace 22 meses la invasión que derrocó al régimen
de Sadam Husein.
Los muros de hormigón han reemplazado a las trincheras, pero las
calles de Bagdad están igual de vacías y más extendida si cabe la
inseguridad ahora que el enemigo aguarda dentro.
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