Al menos 29 personas murieron ayer por dos atentados suicidas y
varios ataques en otra jornada sangrienta durante la que los
captores de la periodista italiana Giuliana Sgrena anunciaron que
la suerte de la rehén, secuestrada desde el pasado viernes, «se
conocerá pronto y será liberada en los próximos días».
Al poco de los dos atentados suicidas, la Organización de Al-Qaeda
en Mesopotamia del terrorista jordano Abu Musab al-Zarqaui se
responsabilizó de ambos en sendos mensajes por Internet.
La nueva espiral de violencia coincidió con la divulgación de
más datos parciales de las elecciones del 30 de enero, que
confirman la hegemonía de los chiíes y el fuerte respaldo que logró
la coalición kurda pero también las dificultades que impidieron el
voto en las zonas suníes, donde la afluencia fue mínima.
Según fuentes policiales, doce policías que hacían cola para
cobrar su salario resultaron muertos al hacer estallar un suicida
la carga explosiva que llevaba adosada a su cuerpo en la cercanías
del hospital Al Yamhuriya de Mosul, en el norte de Irak.
A la relación mortal en esa ciudad se sumaron tres civiles que
fallecieron en un ataque con morteros contra una comisaría.
Catorce personas perdieron la vida en el segundo atentado
suicida, al estallar un coche bomba en las proximidades de la
Comisaría General de Policía de Baquba, en el triángulo suní y uno
de los bastiones de la insurgencia.
La mayoría de las víctimas fueron también en esta ocasión
agentes de Policía y miembros de la Guardia Nacional que hacían el
relevo en el momento de la explosión.
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