El presidente ruso, Vladimir Putin, se colocó con los líderes
extranjeros a los piés de la tumba evitando subir al estrado desde
el que los jerarcas soviéticos seguían los desfiles. La ceremonia
duró una hora exacta entre las campanadas del Kremlin de las 10 y
las 11:00 horas (dos horas menos en España) y contó con la
presencia también de las potencias derrotadas como Alemania y
Japón, que enviaron al canciller Gerhard Schroeder y al primer
ministro Junichiro Koizumi.
Una réplica de la bandera soviética con la hoz y el martillo que
ondeó en el Reichtag alemán el 1 de mayo de 1945, dio comienzo al
desfile que abrió minutos después el ministro ruso de Defensa,
Serguei Ivanov, en coche descubierto frente a varias unidades
militares rusas.
Veteranos de la guerra participaron en el mismo subidos en
camiones militares que circularon ante el estrado principal.
Minutos después aparecieron en la Plaza Roja las formaciones de
soldados vestidos, en algunos casos, con uniformes de la II Guerra
Mundial.
Putin felicitó en su discurso a los veteranos de la II Guerra
Mundial y al conjunto de Rusia por el 60 aniversario de la victoria
sobre la Alemania nazi, al tiempo que subrayó que las victorias más
decisivas de la contienda se produjeron en territorio de la Unión
Soviética.
El mandatario ruso tomó la palabra al inicio de la ceremonia
para hacer hincapié en que los «eventos más brutales y decisivos
del drama y resultado» de la guerra se desarrollaron en la URSS.
«El resultado de las batallas de Moscú y Stalingrado, el
incondicional levantamiento del sitio de Leningrado, los éxitos en
Kursk y Dnieper, determinaron el resultado de la II Guerra Mundial.
Liberando Europa y luchando por Berlín, el Ejército Rojo llevó a un
final victorioso de la guerra», señaló.
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