Las autoridades de Uzbekistán aseguran que la situación en el este
del país se normaliza, mientras la ciudad de Andizhán, epicentro de
la revuelta de la semana pasada, entierra a sus muertos, cuyo
número exacto se desconoce.
Según fuentes médicas locales, en el depósito de cadáveres de
Andizhán hay 75 cuerpos de personas muertas durante la reciente
rebelión, a quienes se trata de identificar. Entre ellos «pueden
estar los criminales que huyeron de la cárcel», cuyo asalto en la
madrugada del viernes marcó el comienzo de los trágicos sucesos que
colocaron a Andizhán en el foco de la atención mundial, añaden.
Entre tanto, defensores de derechos humanos declararon que
durante los disturbios en esa ciudad y los enfrentamientos con las
fuerzas del orden perecieron unas 500 personas y otras 2.000
resultaron heridas. Durante el fin de semana el centro de atención
se ha desplazado a la frontera uzbeko-kirguís, a la ciudad de
Kara-Suu, adonde se lanzaron miles de personas para huir al vecino
país.
Según el canal ruso de televisión RBK, al menos 11 personas
fallecieron en el intento de cruzar la frontera entre Uzbekistán y
Kirguizistán cuando soldados uzbekos abrieron fuego contra la
multitud que intentaba cruzar la frontera y civiles armados
respondieron. El campamento de refugiados en territorio kirguís
alberga a 549 uzbekos que el sábado rompieron los cordones de
seguridad y cruzaron la frontera cerca de Jalal-Abad. La mayoría, a
quienes les fue autorizada la permanencia en territorio kirguís
durante 10 días, se niega a regresar a Uzbekistán.
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