Al amanecer, los manifestantes ya habían bloqueado los accesos que
comunican el aeropuerto de El Alto con La Paz, dibujando una vez
más la ya tradicional escena dantesca de viajeros portando sus
maletas a hombros y descendiendo por los senderos angostos para
poder alcanzar la ciudad paceña.
Vaca Díez manifestó que Bolivia vive un «momento crítico» y
agregó que la renuncia de Mesa obliga al Congreso a reunirse para
tomar una decisión al respecto, pero para ello «es necesaria la
normalización democrática». La última decisión de Mesa de presentar
nuevamente su renuncia -el pasado marzo también dimitió y el
Congreso no la aceptó- no dio los frutos esperados por el
gobernante, quien confió en que con esta acción se pondría fin a
las protestas.
Pero el presidente boliviano ha sido incapaz de impedir que
Bolivia amaneciera ayer con nuevos bloqueos y marchas convocadas
por los líderes sociales que exigen la nacionalización del gas y la
convocatoria a una Asamblea Constituyente. A los campesinos,
obreros y maestros que invaden las calles de La Paz y El Alto desde
hace semanas ayer se unieron decenas de mineros llegados en
camiones desde Oruro, a 230 kilómetros al sudeste de La Paz, y
cargados de dinamita, tras conseguir traspasar los bloqueos con el
beneplácito de los campesinos que mantienen cerradas las carreteras
nacionales.
El Alto, una de las ciudades más afectadas por los bloqueos y
donde los sindicatos tienen una fuerte presencia, vive desde hace
tres semanas una huelga que se cumple de forma desigual con
barricadas de piedras, basura y fuego en sus calles, y viandantes a
pie por la falta de transporte.
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