Con el objetivo de poner fin a la grave crisis social y política
que tiene a Francia en vilo desde hace semanas, el presidente,
Jacques Chirac, y el primer ministro, Dominique de Villepin,
anunciaron la muerte del contrato de primer empleo (CPE), en una
victoria para sindicatos y estudiantes.
La decisión de «reemplazar» el CPE por un «dispositivo» a favor
de la inserción de jóvenes con dificultades para entrar en el
mercado laboral fue tomada por Chirac después de recibir a Villepin
y a dirigentes del partido conservador gobernante, UMP, y fue
anunciada por el Elíseo en un nota de cinco líneas.
Luego, con el semblante sombrío y deshecho, Villepin compareció
ante la prensa para admitir su derrota en este conflicto, que él
mismo generó al lanzar el CPE sin concertación el pasado enero y
del que políticamente es el gran perdedor, aunque confirmó que,
pese a ese golpe, seguirá al frente del Gobierno conservador.
Su mentor, Chirac, también pierde. Cuando le queda un año de
mandato, la impopularidad del presidente está a niveles récord, al
igual que la del que aparecía como su «delfín.
El que a la derecha sale reforzado, según los sondeos, es el
número dos del Gobierno y líder de la UMP, Nicolas Sarkozy, que
quiere suceder a Chirac en el Elíseo en los comicios de 2007 y que
hace semanas pidió la suspensión del CPE y luego su sustitución.
«Las condiciones necesarias de confianza y serenidad» para poder
aplicar el CPE no se dan por parte de los jóvenes ni de las
empresas, reconoció Villepin, y señaló que él propuso a Chirac, y
éste aceptó, reemplazarlo con un dispositivo a favor de la
inserción de jóvenes con dificultades para entrar en el mercado del
trabajo.
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