La movilización, que también se llevó a cabo en comunidades fronterizas con México, dio seguimiento a las protestas de marzo y abril pasados, mientras el Legislativo analiza medidas para reformar el sistema de inmigración del país. De concretarse, sería la primera gran reforma desde 1986.
La convocatoria al «Día sin inmigrantes» incluyó un boicot a productos estadounidenses, protestas, vigilias y marchas en ciudades como Los Àngeles, Chicago, Denver, Nueva York o Washington, y buscó presionar al Congreso para que apruebe la legalización de los cerca de doce millones de indocumentados en el país.
Sólo en Chicago y en Los Angeles se estimó la participación en medio millón de manifestantes en cada una, y hasta 50.000 en Denver.
En Nueva York, el legislador demócrata José Serrano se unió a una de las «cadenas humanas» en defensa de los inmigrantes, mientras, el mercado al aire libre de Union Square y el sector de Broadway estaban prácticamente vacíos.
Organizadores consultados por EFE señalaron que el objetivo de esta militancia «sin precedentes» es llamar la atención sobre la precaria situación de los inmigrantes clandestinos y demostrar que, lejos de ser una carga pública, constituyen la espina dorsal de varios sectores de la economía.
«Nos alienta ver que el pueblo se ha adherido a este paro nacional. Tenemos informes de que algunos sectores que dependen de su mano de obra, como el agrícola en California, están desolados, y grandes centros urbanos se han visto seriamente afectados», dijo Juan José Gutiérrez, del movimiento californiano Latino USA.
Gutiérrez minimizó las críticas de que el paro ha sido contraproducente para los propios inmigrantes, porque, insistió, «el pueblo está cansado de esperar una respuesta del Congreso y ha decidido ser protagonista de su historia».
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