Actualmente, el Senado está compuesto por 55 republicanos, 44 demócratas y un independiente, mientras que la Cámara de Representantes cuenta con 231 republicanos, 201 demócratas, un independiente y tres vacantes.
Su voto será decisivo no sólo por el posible cambio de poderes en el legislativo, sino también porque determinará la capacidad de maniobra de la actual administración y su estrategia en la guerra de Irak, el asunto más preocupante hoy día para los electores.
De ahí que estos comicios se hayan convertido en un claro referéndum sobre el conflicto iraquí y el liderazgo del presidente Bush, quien se ha volcado durante la campaña en apoyo a sus correligionarios republicanos para que puedan mantener la mayoría de la que gozan en las dos cámaras desde hace 12 años.
Para que haya un cambio de mayoría y para que la oposición demócrata recupere el control del Legislativo que perdió en 1994, deberá mantener sus actuales escaños y arrebatar a los republicanos seis de los 33 que están en juego en el Senado, y 15 de los de la Cámara Baja.
Es algo factible, a juzgar por los pronósticos de las encuestas y los expertos políticos que ven que la oposición tiene posibilidades reales de frenar la agenda política de Bush en sus dos últimos años de mandato.
Además de obstaculizar su agenda, una eventual victoria demócrata acarrearía algunos cambios en la política exterior del país, y más concretamente en Irak, aunque tampoco serían giros radicales ya que la capacidad de decisión seguiría estando en manos del presidente.
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