TW
0

BERNARDO SUÀREZ INDART-MOSCÚ
El presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niyázov, quien gobernó con mano de hierro durante 21 años, falleció ayer repentinamente de un paro cardíaco y su muerte ha abierto grandes interrogantes sobre el futuro de ese país centroasiático. El deceso de Niyázov, de 66 años, se produjo las 01.10 hora local (las 22.10 del miércoles), según el comunicado oficial del Gobierno turcomano.

Turkmenistán, con una superficie de casi medio millón de kilómetros cuadrados, ligeramente inferior a la de España, tiene apenas casi cinco millones de habitantes y uno de los principales exportadores de gas natural. Niyazov estaba al frente de su país, árido y rico en recursos energéticos, desde 1985. Tras el colapso de la Unión Soviética, conservó el control y comenzó a crear un férreo culto a su personalidad y conducir al país hacia una nueva Edad Media.

La súbita desaparición de Niyázov, fundador de un régimen dictatorial y de un culto a su personalidad sin precedente, ha sorprendido a Turkmenistán sin un mecanismo claro de sucesión. Algunos expertos no descartan la posibilidad de una «sucesión dinástica» en Turkmenistán.

Ordenó que los meses y días de la semana recibieran nombres inspirados en él y en su familia y comenzó a colocar estatuas con su imagen en todo el país. Además, escribió el 'Rujnama', Libro del Alma, lectura obligada en las escuelas, donde los niños le juraban lealtad cada mañana. Aseguraba que todo aquel que leyera su obra tres veces al día iría directo al cielo.

El presidente también prohibió a los jóvenes del país el uso del pelo largo o barba, además del uso de radios en los automóviles. La ópera y el ballet también fueron vetados por considerarlos «innecesarios».