El funeral de Estado mantuvo la solemnidad que caracteriza en Estados Unidos las exequias por un presidente muerto, aunque por momentos la emoción se desbordó entre la familia de Ford y algunos de los invitados. Especialmente conmovido se vio a uno de los sucesores de Ford en la Casa Blanca, Bill Clinton, que asistió al funeral acompañado por su mujer, Hillary, y que se tuvo que enjugar los ojos en más de una ocasión.
En una ceremonia en la que estuvieron presentes los cuatro presidentes vivos de EEUU, más de 3.700 personas se congregaron en la Catedral Nacional de Washington en una mañana soleada y fría para decir adiós a los restos de Ford.
Una palabra fue la más repetida en los panegíricos que diversas personalidades dedicaron al ex presidente: «integridad».
El actual mandatario, George W. Bush, que escoltó del brazo a la viuda de Ford, Betty Ford, a la entrada y la salida de la catedral, aseguró en su discurso que el fallecido «pertenecía a una generación que medía a la gente por su honradez y su coraje». «Su nombre fue un sinónimo de integridad. En medio del caos, él fue una roca de estabilidad. Demostró que detrás de su afabilidad había una resolución firme», dijo.
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