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EFE-VIENA
Irán mantuvo ayer su desafío al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, al ignorar el periodo de gracia de 60 días establecido para que suspendiese sus actividades de enriquecimiento de uranio, lo que puede abrir la puerta a sanciones adicionales.

Las cuestiones pendientes del programa iraní, que durante 18 años se desarrolló en la clandestinidad, y la falta de cooperación y transparencia iraní levantan la sospecha de la comunidad internacional que el objetivo final sea fabricar armas nucleares.

Lejos de cumplir con la resolución 1.737 de la ONU del pasado 23 de diciembre, que exige detener «todas las actividades relacionadas con el enriquecimiento de uranio», Teherán ha expandido su programa nuclear con la finalidad implícita de llegar a un nivel de producción industrial de uranio.

«Irán no ha suspendido sus actividades relativas al enriquecimiento (de uranio)» y «ha continuado también con la construcción de la planta piloto de enriquecimiento (de Natanz)», afirmó el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) en el sumario de un informe de seis páginas que evalúa el programa atómico iraní.

La principal preocupación de los inspectores internacionales es la planta de Natanz, al sur de Teherán, una instalación atómica subterránea protegida por baterías antiaéreas.

En ese emplazamiento el OIEA certificó el 17 de febrero el funcionamiento de dos «cascadas» de 164 centrifugadoras nucleares en vacío, a las que se han unido la instalación parcial de otras dos cadenas de 164 de esos artefactos.