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EFE-VIENA
Kurt Waldheim, presidente de Austria (1986-1992) y secretario general de la ONU (1972 y 1981) fallecido ayer en Viena a los 88 años, cobró fama por las polémicas lagunas de su pasado, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando sirvió como oficial del Ejército nazi (Wehrmacht).

Esas lagunas en su biografía levantaron un enorme revuelo político, que le valió la dudosa honra de ser colocado en 1987 en la lista negra de personas indeseadas en Estados Unidos y otros países, tras haber sido secretario general de Naciones Unidas durante una década.

Entre sus defensores figuraban personas de toda solvencia y un pasado fuera de toda duda, como el famoso cazanazis Simon Wiesenthal, quien prácticamente lo exculpó, a raíz de concienzudas investigaciones, de cualquier crimen de guerra en los Balcanes y Grecia, donde estuvo destinado a partir de 1941.

Las protestas internacionales y la oposición en Austria no impidieron que Waldheim fuera elegido jefe de Estado de esta república alpina en 1985 con una mayoría del 54 por ciento, pese a las controversias desatadas por su papel durante la conflagración.

Desconocimiento
Sostuvo siempre no haber sabido nada de los crímenes cometidos por las hordas nazis y sólo se le pudo probar que había sido miembro de la Asociación de Estudiantes nazis y de la organización paramilitar SA.

Una de las acusaciones que más abundaron en la campaña para la presidencia, apoyada por el Partido Popular Austríaco, es que Waldheim fue cuanto menos un oportunista, un atributo compartido, según los historiadores, por muchos de sus compatriotas, que se consideran más víctimas que agresores del régimen nazi.

El debate en torno al candidato Waldheim desencadenó un profundo examen de conciencia sobre el papel que jugó Austria en los años más negros del pasado siglo, especialmente en lo tocante a la anexión de este pequeño país por la apisonadora militar germana liderada por Adolf Hitler.