Una mujer se lamenta frente a la iglesia de Eldoret, donde unas 40 personas, la mayoría mujeres y niños, murieron ayer. Foto: EFE

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EP/REUTERS-NAIROBI

La violencia en Kenia no ha cesado desde que el pasado jueves se celebraran las elecciones presidenciales en las que los datos oficiales dieron la victoria al actual mandatario, Mwai Kibaki, resultados que la oposición, liderada por Raila Odinga, se ha negado a aceptar. El enfrentamiento político se ha trasladado a las calles, donde los partidarios de uno y otro y las etnias rivales se enfrentan causando cientos de muertos. Según la oposición, el balance ya asciende a 250. Ayer, unas 40 personas fallecieron al ser incendiada la iglesia en la que se habían refugiado para huir de los combates.

La explosión de violencia en una de las democracias más estables y una de las economías más fuertes de Àfrica ha encendido las alarmas de la comunidad internacional y ha encendido la chispa de un conflicto étnico que se llevaba fraguando desde hace años. El diario más importante del país, el 'Daily Nation', publica en sus páginas el temor a que Kenia «esté al borde de una completa pérdida de control».

Los fallecidos por los combates desde el pasado jueves ya se cuentan por cientos, y la oposición asegura que las víctimas mortales ya llegan a al menos 250. En el suceso más espeluznante ocurrido ayer, alrededor de 40 personas fallecieron cuando una multitud prendió fuego a la iglesia donde se habían refugiado cerca de la ciudad de Eldoret, en la región del Valle del Rift (oeste del país). En los últimos días, cientos de civiles de la tribu kikuyu, a la que pertenece el presidente Kibaki, han huido ha esta zona para ponerse a salvo de los combates.

El ataque ha revivido los lamentables acontecimientos ocurridos en la matanza de tutsis ocurrida en Ruanda en la primavera de 1994, cuando decenas de miles de personas fallecieron al refugiarse en iglesias del país. Según la Policía, periodistas y las fuerzas de seguridad, las llamas en la iglesia fueron provocadas por una banda de jóvenes. Testigos presenciales señalaron que decenas de cadáveres calcinados, la mayoría mujeres y niños, estaban esparcidos entre los escombros del edificio.