Los combates entre la milicia «Ejército del Mahdi», del clérigo chií Muqtada al Sadr, y el Ejército iraquí en Basora, los más duros en los últimos meses, han causado al menos 30 muertos y muestran que el sur de Irak está aún lejos de la estabilidad.
La ofensiva ordenada por el Gobierno del primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, contra los seguidores de Sadr ha derivado en una escalada de la violencia en Basora, que culminó con las amenazas del Ejército del Mahdi de que incendiarán pozos petrolíferos si no se detiene la campaña.
Maliki ordenó el ataque tras presidir una reunión con responsables militares y policiales, en la que no estuvo presente el gobernador de la localidad, al parecer en desacuerdo con el primer ministro.
«El gobierno está resuelto a restablecer la seguridad y la estabilidad en la ciudad y a imponer la ley frente a la presión contra su seguridad», explicó Maliki en un comunicado leído en la televisión estatal iraquí.
Por su parte, el Ejército del Mahdi, creado en 2004 para combatir la ocupación estadounidense de Irak, no han tardado en responder:
Por su parte, Muqtada al Sadr pidió una resolución pacífica del conflicto mediante el diálogo, aunque culpó al Ejecutivo del «derramamiento de sangre en la ciudad».
«Tras las violaciones que han perpetrado las fuerzas de ocupación (de la coalición, encabezada por EEUU) desde que entraron en nuestro país, el Gobierno ha llegado a completar el escenario de sangre y marginación», se quejó el clérigo. Mientras, la violencia asuela las calles de la ciudad, la segunda mayor de Irak con más de un millón y medio de habitantes, donde los combates han causado al menos 30 muertos y 65 heridos, según fuentes del Ministerio de Interior.
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