TW
0
OTR/PRESS-WASHINGTON Pocos días después del quinto aniversario del inicio de la guerra de Irak -el 20 de marzo de 2003- el número de bajas de soldados estadounidenses en el país mesopotámico ha alcanzado la simbólica cota de 4.000 fallecidos. Un número con «impacto psicológico» en la sociedad estadounidense, según admitió ayer el propio vicepresidente de EE UU, Dick Cheney, pero muy por debajo de los casi 30.000 militares heridos que se han registrado durante el último lustro de guerra y, sobre todo, una cifra que nada tiene que ver con el número de bajas iraquíes, cuyo recuento -más inexacto- varía entre las 89.000 y el millón de víctimas.

Una explosión al borde de una carretera del Sur de Bagdad provocó el domingo cuatro nuevas bajas en el Ejército de Estados Unidos en Irak y tuvo el dudoso honor de situar el número de fallecidos en combate en la simbólica cifra de los 4.000. Ocurrió en un día especialmente violento en Irak, en el que al menos 50 iraquíes -tanto civiles como militares- murieron en diferentes explosiones y tiroteos. El altercado más sangriento se produjo en Mosul, cuando un suicida a bordo de un vehículo cargado de explosivos se lanzó contra un control de seguridad, matando a 13 soldados iraquíes.

En Jerusalén, donde el vicepresidente de EE UU se encontraba ayer de visita oficial, Cheney fue interrogado sobre los 4.000 militares estadounidenses fallecidos en los últimos cinco años de guerra en Irak.

«Lamentamos cada baja, cada pérdida», aseguró el número dos de la Casa Blanca, antes de admitir que la cifra puede tener «impacto psicológico» en la opinión pública de EE UU. «El presidente es el encargado de tomar la decisión de enviar a mujeres y hombres jóvenes a ese peligroso camino. Nunca es fácil», añadió Cheney, para quien, restando importancia al tema, cada baja militar es «una de esas tragedias que se puede producir en nuestro mundo».

El Ejército estadounidense, a través de su portavoz en Bagdad, el almirante Gregory Smith, se pronunció en un sentido muy similar a Cheney.