Un informe de la Corporación Rand publicado ayer en Washington señala que la guerra marca y en concreto unos 300.000 soldados estadounidenses que han combatido en Irak y Afganistán durante los últimos años (el 20 por ciento) sufren consecuencias psicológicas, cuando regresan a sus hogares. Se señala también que el 20 por ciento presenta algún tipo de lesión cerebral, daño compartido en el 7 por ciento de los casos con las enfermedades psicológicas que se manifiestan en forma de síntomas de estrés postraumático o incluso depresión.
Si todos reclamasen la ayuda que necesitan, costarían a Estados Unidos 6.200 millones de dólares, una cantidad que incluye no sólo los costes médicos, sino que también agrega las consecuencias de la baja productividad e incluso de los suicidios, que también son frecuentes entre algunos de los 1'6 millones de soldados desplegados desde octubre de 2001 en el extranjero.
Por otra parte, un nuevo atentado suicida en el norte de Irak provocó ayer la muerte de alrededor de medio centenar de personas, convirtiéndose en uno de los atentados más mortíferos de los últimos meses en el país árabe.
En esta ocasión, el objetivo volvió a ser un funeral y una población de mayoría suní en la provincia de Diyala, lo que confirma el rebrote de violencia contra objetivos de esta etnia en el norte, feudo de Al Qaeda, días después de que en Baquba falleciesen 40 personas en un incidente similar.
En esta ocasión, el terrorista se hizo estallar en medio de la multitud que se congregaba en un pueblo de mayoría suní cerca de Adhaim, en la provincia de Diyala. Los cuerpos sin identificar fueron introducidos en un camión.
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