Dinamarca vuelve a estar en el punto de mira del islamismo radical, tras las críticas de las caricaturas de Mahoma, resucitadas cada cierto tiempo. En esta ocasión, el objetivo ha sido su Embajada en Islamabad, lugar donde la explosión de un suicida que viajaba en coche provocó la muerte de al menos ocho personas, todos ellos ciudadanos paquistaníes. Copenhague condenó inmediatamente el suceso, cuya autoría no se atribuyó ningún grupo en concreto.
La deflagración tuvo lugar frente al Consulado de Dinamarca en la capital de Pakistán. Fuentes policiales y médicas dieron un balance de al menos ocho personas muertas y una veintena de heridos, todos ellos ciudadanos locales, entre los cuales se encuentran un guardia y al menos dos policías, según informaciones de la cadena Al Jazeera. La explosión, causada por un terrorista suicida en coche, destruyó la puerta de acceso a la Embajada y provocó daños significativos en la fachada y los edificios colindantes en el exclusivo barrio en que también se localizan otras delegaciones extranjeras.
Tal fue la magnitud del suceso, que dejó en la calle un cráter de alrededor de un metro de profundidad y un motor de vehículo fue localizado a una distancia de diez metros del lugar de la deflagración. Las imágenes de televisión atestiguaron los evidentes daños materiales y el caótico ambiente que se vivió en los aledaños de la Embajada en los momentos posteriores al atentado, cuya autoría no ha sido reivindicada por ningún grupo en concreto. Docenas de cuerpos, entre heridos y víctimas mortales, yacían en las calles a la espera de atención, mientras el Consulado noruego optó por cerrar sus puertas como medida de precaución.
Este nuevo ataque directo devuelve a Dinamarca al centro de la diana del islamismo radical, aunque la falta de una reivindicación impide reconocer la causa exacta de este atentado. El país europeo cuenta actualmente con 550 soldados desplegados en Afganistán, aunque si por algo se ha ganado las críticas en los Estados árabes ha sido por la publicación de las viñetas de Mahoma a finales de 2005. Desde entonces, como reconoce una residente en las cercanías del Consulado, Sana Khladi, la población vive «con miedo». «Pero con lo que hicieron a nuestra religión, se lo merecen», aclaró acto seguido.
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