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NELSON BOCANEGRA-BOGOTÀ En una operación de película, con inteligencia y sin hacer un solo disparo, las Fuerzas Militares de Colombia rescataron el miércoles a 15 rehenes de la guerrilla de las FARC, incluidos la política Ingrid Betancourt, tres estadounidenses y 11 soldados y policías.

La liberación de los rehenes se produjo en el selvático departamento del Guaviare, en el sureste del país, luego de que miembros de inteligencia del Ejército se infiltraron en una cuadrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que mantenía en su poder a los retenidos.

El ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, explicó que los rebeldes cayeron bajo el engaño de los militares que se hicieron pasar por miembros de una organización humanitaria ficticia, y que los convencieron de trasladar a Betancourt y al resto de los secuestrados al campamento del líder de las FARC, Alfonso Cano.

Después de aceptar la oferta, los secuestrados subieron a un helicóptero blanco de la supuesta organización humanitaria junto con dos guerrilleros.
«La infiltración llega al más alto nivel, tanto al secretariado (de las FARC) como a la cuadrilla que tenía a los secuestrados», dijo el comandante de las Fuerzas Militares, general Freddy Padilla de León. La operación de infiltración había comenzado a inicios de este año.

En la misión de rescate, que se inició al medio día, participaron nueve militares disfrazados de trabajadores sanitarios, algunos de ellos vestidos con camisetas del líder guerrillero argentino Ernesto el «Ché» Guevara, además de la tripulación del helicóptero conformada por cuatro personas.

Después de que Betancourt y los otros secuestrados abordaron el helicóptero en compañía de dos de los guerrilleros y, después tras unos minutos de vuelo, los militares sometieron a los rebeldes sin necesidad de disparar sus armas. «Tomó vuelo el helicóptero, subimos y de pronto hubo algo que sucedió, yo no me dí cuenta bien qué era y de pronto vi al comandante que durante tantos años estuvo al mando de nosotros, que tantas veces fue tan cruel, tan humillante, tan déspota, lo ví en el suelo, empeloto, con los ojos vendados», dijo Betancourt.

La política, quien lucía demacrada y pálida pero sonriente, arribó a una base aérea militar en Bogotá vestida con chaleco camuflado, sombrero de las fuerzas especiales del ejército, pantalón, botas de pantano negras y una venda en la muñeca derecha.

«El jefe de la operación dijo: somos el Ejército Nacional, están en libertad. Saltamos, gritamos, lloramos, nos abrazamos, no lo podíamos creer, Dios nos hizo este milagro», agregó Betancourt.