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EFE-LONDRES Lynndie England, la soldado estadounidense cuyas imágenes torturando a presos iraquíes en la cárcel de Abu Ghraib en 2004 dieron la vuelta al mundo, justifica lo ocurrido en una entrevista al británico The Guardian.

«En las guerras pasa lo que pasa. Lo que ocurrió fue que se fotografió y salió a la luz. Mucha gente dice que si nos hubiéramos callado o los hubiéramos matado, no hubiera habido ningún problema», dice la soldado, que cumplió la mitad de los tres años de cárcel a los que fue condenada por las torturas en Abu Ghraib.

England vive en una caravana junto a sus padres y a su hijo de cuatro años, fruto de su relación con el oficial Charles Garner, el único de los siete procesados por las torturas que sigue en la cárcel.

«No sé cómo describirlo. Eran los enemigos. No quiero decir que merecieran el trato que les dimos, pero...».
También se justifica a sí misma, diciendo que entonces era «muy inocente y confiada», y se muestra muy orgullosa de no haber delatado a ningún compañero: «En la guerra no te chivas de tus compañeros. Nos condenaron a siete, pero créame, hubo muchos más en las fotos».

England relata que al inicio de su misión en Irak, como miembro de la 372 compañía de la Policía Militar, se llevaba bien con los iraquíes. Pero todo cambió en el otoño de 2003, cuando su compañía fue asignada a Abu Ghraib, una cárcel con capacidad para 700 reclusos, pero que tenía 7.000.

Ella trabajaba en tareas administrativas, pero bajó a los calabozos por iniciativa de Graner y ambos se sorprendieron al ver que el abuso, supervisado por sargentos, era algo normal.