El Gobierno de EEUU, molesto por la lenta reestructuración de las automovilísticas, ofreció ayer una última oportunidad a General Motors (GM) y Chrysler para salvarse de la quiebra y recibir más ayudas públicas, aunque con condiciones más duras. El presidente, Barack Obama, compareció para presentar sus planes de reestructuración del sector, que pasan por la salida del primer ejecutivo de GM, Rick Wagoner, y por la concesión de más dinero, aunque no se descarta como salida la «bancarrota organizada» de las empresas.
Tanto GM como Chrysler contarán con algo más de tiempo para completar sus planes de reestructuración que, en opinión del presidente, hasta ahora se han desarrollado muy lentamente.
Obama prometió que su Gobierno acelerará los planes para comprar nuevas flotas de vehículos y que está preparando una serie de incentivos para que los consumidores compren más vehículos producidos en el país.
Una de las primeras medidas serán deducciones fiscales de los impuestos pagados por la compra de nuevos vehículos desde el pasado 16 de febrero. Obama también anunció planes para desarrollar programas similares a los que existen en Europa para incentivar la sustitución de viejos vehículos por nuevos.
Pero el Gobierno estadounidense también dejó claro que la posibilidad de que las empresas se declaren en bancarrota ya no es vista de forma negativa por Washington.
La primera víctima del endurecimiento de la actitud de la Administración del presidente Barack Obama ha sido el presidente de General Motors, Rick Wagoner, que se ha visto obligado a presentar su dimisión.
Wagoner anunció que deja el puesto que ha ocupado desde 2008, horas antes de que Obama explicase al público estadounidense desde la Casa Blanca el plan que el Grupo Presidencial del Automóvil (GPA) ha desarrollado para rescatar el sector.
Su sustituto es Friz Henderson, hasta ahora director de operaciones de GM, quien estará encargado de la «reestructuración fundamental» que Obama exigió hoy a los dos fabricantes.
Obama dijo que las autoridades estadounidenses proporcionarán dinero a GM durante los próximos 60 días para que puedan seguir funcionando con normalidad mientras preparan su plan definitivo de reestructuración.
Las directrices de la Casa Blanca son claras. La reestructuración «debe reducir de forma sustancial» la deuda y responsabilidades financieras de GM. Además, los cambios deben «rápidamente» permitir la competencia total de GM con las empresas asiáticas que producen en Estados Unidos.
Esto supondrá una drástica reducción en el número de marcas que posee GM así como la reducción de su red de concesionarios. En el caso de Chrysler, Obama advirtió que su situación es «más difícil» y que de acuerdo con el análisis del GAP la empresa sólo podrá sobrevivir con la alianza con la italiana Fiat.
El plazo dado a Chrysler es más limitado, 30 días. Durante ese tiempo, Washington facilitará dinero para que la empresa siga operando y llegue a un acuerdo final con la italiana Fiat.
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