Al menos 95 personas habrían fallecido ayer, muchas de ellas civiles, y varios centenares habrían resultado heridas como consecuencia de la explosión de dos camiones cisterna cargados de combustible a causa de un bombardeo efectuado por un avión de combate de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF), la misión de la OTAN en Afganistán, en la provincia septentrional de Kunduz. La ISAF ya ha abierto una investigación en colaboración con las autoridades afganas para aclarar lo ocurrido.
El gobernador de Kunduz, Mohamad Omar, informó de la cifra de muertos, entre los que se encuentra el comandante talibán mulá Abdul Rahman, a la agencia de noticias afgana Pajhwok, que precisa que la explosión causó la muerte de unos 45 insurgentes, por lo que se cree que el resto son civiles. Sin embargo, la policía local elevó a 65 los milicianos fallecidos.
Según el gobernador, los talibán habían robado dos camiones cisterna que transportaban combustible para aviones de la ISAF por la carretera que discurre entre las provincias de Kunduz y Baghlan. Al parecer, los milicianos estaban distribuyendo la gasolina entre los vecinos cuando se produjo la explosión y, según una fuente de las fuerzas de seguridad afganas, el avión de los aliados bombardeó el lugar donde se había congregado la gente.
La ISAF aclaró en un comunicado que uno de sus comandantes autorizó el bombardeo a primera hora de la mañana tras «observar actividad de la insurgencia» en la zona y «evaluar que no había civiles», después de que las autoridades afganas le notificaran el robo de dos camiones cisterna por parte de insurgentes.
El presidente de Afganistán, Hamid Karzai, se declaró «profundamente afectado» por las consecuencias del bombardeo y reiteró que «la muerte de civiles es inaceptable», por lo que pidió que se tomen «todas las precauciones».
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