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Los ejecutivos de las empresas estadounidenses que más fondos públicos han recibido, incluidas General Motors y Bank of America, verán su remuneración reducida a la mitad desde noviembre, según una orden que emitió ayer el gobierno. La decisión afecta a 175 directivos, los mejor pagados de siete compañías en las que el gobierno ha inyectado cientos de miles de millones de dólares para evitar su colapso por la crisis. Pese a recibir esas ayudas, la mayoría de esos ejecutivos han seguido recibiendo sueldos estratosféricos, lo que ha causado una gran repulsa pública. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, calificó la medida como «un paso importante para limitar la influencia de la compensación de los ejecutivos en Wall Street, que al mismo tiempo permite que esas empresas tengan éxito y prosperen».

No obstante, la rebaja de la remuneración sólo afecta a esas siete compañías y no a empresas pequeñas que han recibido dinero público o a grandes conglomerados que lo han devuelto, como Goldman Sachs y JPMorgan Chase. Goldman Sachs, por ejemplo, prevé pagar 16.700 millones de dólares a sus empleados este año, es decir, más de medio millón de dólares por cabeza, lo que ha caído muy mal cuando el desempleo se aproxima al 10 por ciento en Estados Unidos.

Talón de Aquiles

Más allá de la cuestión ética, la crisis puso de manifiesto que la remuneración de los ejecutivos es un talón de Aquiles del sistema, pues tal y como está diseñada ahora incentiva la toma de riesgos a corto plazo, según los expertos. Las medidas anunciadas hoy en una rueda de prensa por Kenneth Feinberg, encargado por el Gobierno de revisar el sistema de remuneración de esas compañías, vinculan la mayor parte de la compensación al desempeño de las empresas a largo plazo.

Los sueldos de los directivos serán recortados un 90% de media, lo que dejará a la gran mayoría de ellos por debajo de la línea del medio millón de dólares al año. Una parte de ese dinero se les entregará en forma de acciones.