El Partido Republicano se hará hoy martes, con toda probabilidad, con el mínimo de escaños necesarios para ganar el control de la Cámara de Representantes. De igual modo, obtendrá sustanciales avances en su presencia en el Senado de Estados Unidos, y, en la mejor de las perspectivas, recuperará la mayoría de gobernaciones del país. Se tratará, a todos los efectos, de una victoria sin precedentes en las últimas décadas. Al día siguiente, y aprovechando este extraordinario impulso, comenzarán la campaña para hacerse con el triunfo en las elecciones presidenciales de 2012.
La última encuesta de ayer en Gallup, publicada por el rotativo Los Angeles Times, concede a los republicanos un mínimo de 60 escaños nuevos en la Cámara Baja, muy por encima de los 39 necesarios para conseguir la mayoría, en lo que supondría la inversión de asientos más radical registrada en el Congreso estadounidense desde 1942.
Esta ventaja se ha conseguido gracias a la combinación de varios factores: el giro de los independientes al republicanismo, la explosión del movimiento populista del Tea Party, la aparición de los poderosos grupos externos de financiación republicanos y la desastrosa campaña realizada por el Partido Demócrata, que no ha logrado distanciar la figura del presidente, Barack Obama -ahora en sus niveles más bajos de popularidad-, de la mala opinión que la población tiene del Congreso.
Decepción
Como ejemplo, sólo un 39 por ciento de los demócratas encuestados considera que su partido ha realizado una buena gestión de la mayoría de la que ha gozado hasta el momento.
La agresiva campaña publicitaria desarrollada por el Grand Old Party, nombre tradicional del Partido Republicano, ha dado sus frutos. Sin embargo, emergen dudas en lo que puede suceder una vez tengan el control de la Cámara, trampolín para los comicios presidenciales que tendrán lugar dentro de dos años. Es una larga carrera y los republicanos no pueden permitirse efectuar maniobras arriesgadas.
El primer paso, por ello, consiste en acabar con el movimiento semipopulista del Tea Party, que ha conseguido de sobra su objetivo fundamental: hacer ruido de fondo, y que dará paso organizaciones externas, respaldadas por donaciones anónimas, de gran poder económico, responsables de buena parte de la agresiva campaña publicitaria republicana y más integradas en el organigrama de Washington.
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