En su segundo día tras el desastre, se levantaba la alerta por tsunami en Japón, pero no cesaba la preocupación por la situación en las centrales nucleares del país, en especial en Fukushima, donde se luchaba contra los reactores sobrecalentados. El primer ministro de Japón, Naoto Kan, comparecía ante los medios para dar un mensaje de calma a la población, asegurando que está seguro de que serán capaces de superar esa crisis, pero calificándola como «la peor que ha sufrido el país desde el fin de la Segunda Guerra Mundial». Además, las dramáticas cifras de afectados continuaba aumentando, y la Policía reconocía que el número de muertos podría ascender a más de 10.000, mientras el Ejército desplegaba 65.000 efectivos para ayudar en las tareas de rescate.
La tercera potencia económica mundial trata de hacer frente a las consecuencias del peor terremoto de su historia y posterior tsunami, y su primer ministro, Naoto Kan, trataba de infundir ánimos a la población en una rueda de prensa. En su mensaje, confió en que se superaría la situación, aunque la calificó como «la peor crisis de nuestra historia posterior a la guerra». «Ahora todos los japoneses estamos a prueba para ver si podemos superar la crisis, y estoy seguro de que podremos superarla», afirmaba Kan.
En su discurso, Kan también habló de la situación en las centrales nucleares, donde estaban puestas todas las miradas tras la explosión de la planta de Fukushima. Así, el primer ministro nipón quiso dejar bien claro que la situación no es comparable al desastre que ocurrió en la ciudad ucraniana de Chernobil en 1986. «Se ha liberado radiación al aire, pero no hay ningún dato que apunte a que se haya liberado una gran cantidad. Esto es totalmente diferente del accidente de Chernobil. Estamos trabajando para impedir que los daños se extiendan», añadía.
Y trabajaban en ello: las autoridades japonesas intentaban desesperadamente evitar que las barras de combustible de los reactores atómicos dañados se sobrecalentasen, ya que podría provocar que el contenedor que aloja el núcleo se fusione o incluso explote. Para ello, se inyectó en los reactores agua de mar a presión en los reactores, y enfriar así de manera natural el material radioactivo. Y es que los generadores que alimentan el sistema de refrigeración automática quedaron completamente destruidos por el terremoto y la posterior ola gigante.
Si el proceso fracasara, el coste humano dependerá únicamente de la eficacia del proceso de evacuación. Por ello, más de 180.000 residentes tuvieron que trasladarse a una zona de seguridad, situada a 20 km de la central nuclear. Sin embargo, se tiene constancia de que 19 personas estuvieron expuestas a la radiación, y recibieron el tratamiento correspondiente. Sin embargo, la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial japonesa informó que el número total de personas expuestas podría ser de entre 70 y 160.
Además, se declaró el estado de emergencia en otra planta nuclear, en Onagawa, por la elevada radioactividad que se detectaba en la zona. También preocupaba la situación de la central de Tokai, donde la compañía Japan Atomic Power reconocía que dos de los motores diesel que hacen mover el circuito de enfriamiento del sistema de refrigeración no estaban en marcha. Pese a ello, aseguraban que el sistema estaba en funcionamiento y que no existía riesgo de sobrecalentamiento por el momento.
HASTA 65.000 EFECTIVOS DEL EJERCITOS BUSCAN SUPERVIVIENTES
Mientras, y en medio del temor a posibles réplicas del terremoto, los equipos de rescate continuaban en la búsqueda incansable de supervivientes al devastador terremoto y tsunami. El Ejército desplegó hasta 65.000 efectivos por todo el país, y los helicópteros de la marina sobrevolaban las zonas afectabas y concentraban sus esfuerzos en la detección de incendios, particularmente en la ciudad de Miyako, donde hasta siete focos estaban fuera de control.
Pero las perspectivas de víctimas resultaban desoladoras, ya que el balance total podría rebasar los 10.000 muertos, a lo que había que aladir un sinfín de residentes atrapados por las aguas. «No tenemos más remedio que afrontar la situación bajo la premisa de que la cifra de muertos, sin ninguna duda, será de decenas de miles», lamentaba el jefe de la Policía de la prefectura de Miyagi, completamente inundada por las aguas.
Estos 10.000 posibles fallecidos conforman más de la mitad de la población de Minamisanriku, donde solo un par de edificios permanecían en pie, una de las imágenes más tristemente icónicas de la tragedia. Además, cerca de 4.400 personas permanecían aisladas en las ciudades de Onagawa e Ishionomaki. Otra de las provincias más afectadas por el tsunami es Iwate, o Rikuzentakata, que está completamente arrasada, donde cerca de 5.000 hogares se encuentran bajo las aguas.
UN ANCIANO, RESCATADO DE UN PEDAZO DE TEJADO DE SU CASA
Sin embargo, entre las desoladoras cifras de víctimas y las devastadoras imágenes que dejaba Japón, quedaban historias de esperanza. Una de ellas la protagonizó Hiromitsu Shinkawa, un anciano de 60 años de edad que fue encontrado en los restos del tejado de su casa mientras ondeaba una banderola roja. El hombre fue arrasado junto con su casa entera por la ola gigante que arrasó la región de Fukushima, pero consiguió aguantar dos largos días, hasta que finalmente Shinkawa fue rescatado por un destructor de la Marina.
El hombre relató cómo el tsunami golpeó su casa cuando había regresado tras el terremoto junto a su mujer para recoger algunos enseres. «Me salvé gracias a que me subí al rejado, pero mi mujer ha sido arrastrada por la corriente», recordaba Shinkawa. Así, estuvo dos sías ondeando una banderola roja con la esperanza de ser visto. «Ningún helicóptero ni barco de los que han pasado cerca me ha visto... Creía que hoy iba a ser el último día de mi vida», aseguraba.
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