El G-8 comenzó ayer una cumbre de dos días con las expectativas puestas en el apoyo que los países más ricos del mundo pueden prestar a las reformas en los estados árabes, aunque la agenda formal de la primera jornada estaba centrada en la seguridad nuclear, la economía e internet.
Antes de que empezaran los debates de la cumbre, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, dijo que «el objetivo es responder a las aspiraciones democráticas» de los pueblos árabes y sentenció: «tenemos que escuchar a esa gente y apoyarles».
En su rueda de prensa al final de la jornada, el anfitrión de la reunión de Deauville (Normandía, Francia), el presidente francés, Nicolas Sarkozy, reservó sus palabras más contundentes para el líder libio, Muamar el Gadafi.
Presión a Gadafi
Gadafi «debe dejar el poder, y cuanto antes lo haga mayores serán las opciones para él. Y cuanto más tarde, más se reducen los destinos».
La reunión del G-8, en el que están representados Francia, EEUU, Rusia, Japón, Reino Unido, Italia, Alemania y Canadá, empezó con un debate sobre la situación de la economía mundial.
Según Sarkozy, los dirigentes, cuyos países representan dos tercios del PIB mundial y el 50 por ciento del comercio, expresaron su satisfacción por la recuperación del crecimiento, pero el presidente francés no hizo ninguna referencia a la crisis en la eurozona.
Respecto al debate fue sobre seguridad nuclear, tras el accidente en la planta japonesa de Fukushima como consecuencia del terremoto de marzo pasado, aunque hay diferencias entre los estados miembros sobre el uso de la energía nuclear, «estamos todos convencidos de que las normas de seguridad más estrictas deben aplicarse en todos los países», indicó Sarkozy.
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