Oslo fue un desfile incesante de rostros compungidos, pero serenos, de ciudadanos que depositaban sus flores, velas y mensajes por las víctimas -77, según el último computo difundido ayer-, tras unos ataques que empezaron con una sacudida en la ciudad y que desembocaron en una masacre en el campamento juvenil.
Fue un «atentado contra la democracia», afirmó Stoltenberg, en un acto ante su militancia socialdemócrata, cada uno con una rosa en la mano, y ante jóvenes vestidos de riguroso luto, con una insignia roja en la solapa con las siglas de las juventudes del partido, AUF.
«Responderemos al odio con amor», enfatizó Stoltenberg, repitiendo lo que ha sido la consigna diaria del político socialdemócrata, al que estos días alaba la prensa conservadora por haber encontrado palabras de esperanza en la tragedia colectiva.
«No estáis solos, nuestro movimiento es el hombro sobre el que podéis llorar», añadió Stoltenberg, tras una larga semana en que ha sido el político cercano y omnipresente que el ciudadano pr
Oslo se cargó de emociones, plasmadas en discurso o expresadas con flores, mensajes escritos en una cuartilla de papel y velas, depositados ante la catedral, epicentro de las muestras ciudadanas estos días, o en cualquier otro rincón de la ciudad.
Mientras en el centro seguía el homenaje ciudadano, en la vecina localidad de Nesodden se procedió al primer entierro de una de las víctimas, Bano Abokabar Rashid, de 18 años y origen kurdo.
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