La decisión del llamado Oráculo de Omaha (su localidad natal), apodado así por su ojo para encontrar compañías devaluadas que, tras comprarlas a un precio bajo, le reportan grandes beneficios, supone un importante voto de confianza para un banco que ha perdido cerca de la mitad de su valor en Bolsa (el 41,9%) desde enero y tan sólo el lunes pasado se desplomó un 7,89%. La pérdida de fe de los inversores en la entidad financiera se produce mientras ésta lucha por acabar con las demandas e investigaciones de las que es objeto por su papel en la crisis hipotecaria que le han costado ya multimillonarios acuerdos con inversores.
Fuertes pérdidas
De hecho, Bank of America reveló en julio pasado que en el segundo trimestre de este año perdió 6.140 millones de euros debido principalmente al acuerdo de 8.500 millones que alcanzó con un grupo de 22 inversores, entre ellos la gestora Pimco, la aseguradora MetLife o el banco de la Reserva Federal de Nueva York.
La entidad demostró así que, tres años después de la crisis, continúa lidiando con los problemas derivados de los préstamos basura, en parte heredados con la compra de Countrywide Financial tras el colapso de Lehman Brothers. Además, por ahora no está cerrada la investigación judicial sobre su papel en la crisis hipotecaria.
Se baraja que el pacto para cerrarla podría llegar a costarle a Bank of America 17.400 millones de euros, una suma que sólo están dispuestos a desembolsar a cambio de «inmunidad» ante futuras demandas, lo que ha estancado las negociaciones. Ante ese panorama, la entidad financiera se ha dedicado en los últimos meses a desprenderse de activos no esenciales para su negocio, como la venta de bienes raíces heredados tras la compra de Merrill Lynch, el abandono de su negocio de tarjetas de crédito internacionales e incluso la venta de una parte de su negocio de hipotecas.
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