Del lado europeo asisten a esta cumbre el presidente del Consejo Europeo, el belga Herman Van Rompuy; el presidente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durão Barroso, y la Alta representante para la política exterior, la británica Catherine Ashton.
Es el primer encuentro que se celebra en Washington desde que entró en vigor el tratado de Lisboa hace dos años, que estableció un nuevo formato para la representación exterior de la UE, y se produce en medio de un pulso desesperado de los gobiernos europeos por devolver la calma y la confianza a los mercados.
De momento, ninguna de las decisiones tomadas por los líderes y las instituciones de la zona euro ha logrado impedir el contagio de la crisis, que empezó en Grecia pero que ya se ha cebado en economías mucho mayores como Italia o España, mientras la entera Eurozona sufre las consecuencias de la huida de los inversores.
Dentro de diez días, los veintisiete líderes de la UE celebrarán en Bruselas un Consejo Europeo en el que podrían dar forma a un nuevo pacto fiscal, que están preparando con la máxima reserva la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolás Sarkozy, y que endurecerá la disciplina presupuestaria dentro de la zona euro, lo que podría abrir la vía a una intervención más contundente del Banco Central Europeo en apoyo de la deuda de los países más acosados.
En las últimas semanas, el gobierno estadounidense ha dado muestras de impaciencia por lo que considera una reacción demasiado lenta y débil de los dirigentes europeos ante una crisis que amenaza no sólo el bienestar de Europa y su proyecto de unidad, sino también la estabilidad financiera internacional y el crecimiento económico mundial.
EEUU y la UE concentran más del 50% del PIB mundial y más del 40% del comercio, por lo que siguen siendo el bloque económico más importante del planeta.
Una recaída de Europa en la recesión, y no digamos un colapso de su moneda o de su sistema bancario, tendría consecuencias muy negativas en Estados Unidos, su principal socio en cuanto al comercio y las inversiones, que suman unos 4 billones de dólares.
De la cumbre de hoy lo que esperan ambas partes no es un intercambio de reproches, sino un mensaje de unidad.
«Espero que la reunión produzca un buen y valioso intercambio sobre la crisis de la deuda, que nos afecta a todos profundamente, pero también que permita ir más allá de la crisis y abordar las relaciones económicas a largo plazo», comentaba en su blog la víspera del encuentro el embajador de Estados Unidos ante la UE, William E. Kennard.
La cumbre será la ocasión igualmente para hacer balance de la evolución de la llamada «primavera árabe», en la que estadounidenses y europeos han ido de la mano en el apoyo a las aspiraciones democráticas de los pueblos del norte de África y Oriente Medio.
Hablarán igualmente de los próximos pasos en relación con Irán, después de que Estados Unidos decidió endurecer las sanciones contra el régimen de Teherán.
Antes del encuentro entre los máximos responsables tendrá lugar una reunión del Consejo de Energía EEUU-UE en la que se abordarán cuestiones de política energética en conexión con la política exterior y de seguridad.
El martes se celebrará el llamado Transatlantic Economic Council, que fue creado en 2007 cuando presidía el Consejo Europeo la canciller alemana y que tiene el objetivo de maximizar la dimensión económica de las relaciones bilaterales.
El principal tema de ese Consejo económico será la cooperación en el ámbito de los vehículos eléctricos, un futuro mercado valorado en más de un billón de dólares.
Europeos y estadounidenses pretenden suprimir barreras comerciales, administrativas y de inversión a uno y otro lado del Atlántico, para organizar este mercado y fijar sus reglas antes de que los chinos tomen la delantera.
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