La parte de la popa del barco de 47.000 toneladas se separó unos 30 metros de la proa, que continúa sobre los arrecifes a pesar del constante impacto de las olas que han alcanzado los seis metros de altura, señaló el Centro Marítimo de Nueva Zelanda.
La rotura del casco del Rena ha causado la caída al agua de unos 300 contenedores, troncos de madera y otra carga que transportaba cuando el pasado 5 de octubre encalló en el arrecife de Astrolabe, a unos 12 kilómetros de la ciudad portuaria de Tauranga, en la Isla Norte.
Las autoridades se preparan ante la posibilidad de que haya un nuevo vertido de combustible, a pesar de que se desconoce la cantidad que queda todavía en el buque.
Desde que el Rena encalló, los equipos del servicio de emergencias marítimas han extraído de sus depósitos más de 1.000 toneladas de combustible, de las 1.300 que guardaba.
El barco vertió tras encallar unas 350 toneladas que causaron una marea negra que llegó hasta las costas de Tauranga, donde durante semanas se llevaron a cabo tareas de limpieza y rescate de aves y otros animales.
Riesgos
«Los riesgos para el medio ambiente son sólo una fracción de lo que eran en octubre», dijo en rueda de prensa el Ministro de Medio Ambiente, Nick Smith.
De los 837 contenedores que anoche había a bordo del barco, entre 200 y 300 cayeron al agua, de los cuales, un tercio han sido recuperados o atados a boyas.
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