Benedicto XVI inauguró los ritos de la Semana Santa con la procesión de las Palmas, que representa para los católicos la entrada de Jesús en Jerusalén, y después ofició la misa de Ramos.
Durante su homilía explicó que el Domingo de Ramos es «el gran pórtico que nos lleva a la Semana Santa, en la que el Señor Jesús se dirige hacia la culminación de su vida terrena».
Multitudinaria
Para la ceremonia se colocaron en la Plaza de San Pedro trece olivos seculares y se distribuyeron cerca 200.000 palmas entre los cerca 60.000 fieles que acudieron a la ceremonia, según datos proporcionados por el Vaticano.
El Papa llegó al altar en un vehículo blanco descapotable y acompañado a pie por una procesión formada por cardenales, obispos y fieles que llevaban las ramas de olivo, y después comenzó la misa.
Joseph Ratzinger explicó durante su homilía que el primer «gran mensaje» que surge de la festividad del Domingo de Ramos es «la invitación a mirar de manera justa a la humanidad entera, a cuantos conforman el mundo, a sus diversas culturas y civilizaciones».
Asimismo, agregó que «la mirada que el creyente recibe de Cristo es una mirada de bendición: una mirada sabia y amorosa, capaz de acoger la belleza del mundo y de compartir su fragilidad».
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