Manifestantes musulmanes indonesios sujetan una pancarta durante una protesta solidaria en Yakarta. | MAST IRHAM

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La masacre de más de doscientas personas en la localidad siria de Tremseh, que podría ser una de las más sangrientas desde el comienzo de la rebelión en 2011, vuelve a cuestionar el efecto que la actual mediación internacional tiene en el conflicto en Siria.

Ubicada en la provincia central de Hama, uno de los feudos opositores al régimen de Bachar al Asad, la devastada localidad de Tremseh continuaba cercada ayer por las tropas gubernamentales tras la matanza denunciada por la oposición.

En declaraciones telefónicas desde Hama, el activista Abu Gazi acusó a los shabiha (sicarios del régimen) de los asesinatos y precisó que el Ejército sirio comenzó a asediar el jueves la zona, antes de bombardearla con intensidad.

Vías de escape

Posteriormente, fuerzas armadas irrumpieron en las calles de Tremseh y se enfrentaron a rebeldes del Ejército Libre Sirio (ELS), que lograron abrir vías para que la población pudiera huir, aseguró Gazi.

El opositor Observatorio sirio de Derechos Humanos señaló, por su parte, que decenas de rebeldes perdieron la vida en esos ataques, y que el impacto de los misiles causó la muerte de otros tantos civiles.

Los también opositores Comités Coordinación Local equipararon esta forma de actuar con otras operaciones realizadas por las fuerzas leales al régimen y denunciaron la muerte de medio centenar de personas en actos de violencia como la represión de las protestas, muchas de ellas en solidaridad con Tremseh.

En el recuerdo está la masacre de Hula, donde el pasado 25 de mayo murieron 165 personas, muchas de ellas mujeres y niños, según la ONU.