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El bombardeo a bases de Al Shabab en el sur de Somalia ha sido la primera respuesta de Kenia al peor atentado perpetrado por el grupo yihadista somalí en el país: el ataque a la Universidad de Garissa, donde el jueves asesinaron a 148 personas.

Aeronaves del Ejército keniano atacan desde este domingo dos bases de los radicales, Gondodowe e Ismail, en la región de Gedo, en el sur de Somalia y próxima a la frontera con Kenia, confirmaron hoy fuentes militares.

Todavía sin cifras oficiales sobre las muertes que han provocado los ataques de la Fuerza Aérea keniana, residentes de la región somalí han denunciado que en la operación han muerto civiles y ganado.

«Todavía no se han identificado bajas de Al Shabab en la zona», informaron a Efe vecinos de Gedo.

Kenia comienza así a cumplir con la promesa realizada el sábado por su presidente, Uhuru Kenyatta: «Garantizo a los kenianos que mi administración responderá de la forma más severa posible al ataque de Garissa», dijo.

La administración keniana se ha visto obligada a dar una respuesta rápida a la mala gestión de un ataque que, según confesó el día de la matanza el propio ministro de Interior, Joseph Nkaissery, ha pillado por sorpresa a su Gobierno.

«El ataque de Garissa ha sido uno de esos incidentes que pueden sorprender a cualquier país», dijo, pese a las numerosas alertas de seguridad recibidas por las principales embajadas en Kenia en las semanas previas a la masacre.

A finales de marzo, Kenyatta alardeaba en el debate sobre el estado de la nación de las mejoras en la seguridad del país, gracias a medidas tan extremas como la deportación de refugiados somalís o la construcción de un muro en la zona sur de su frontera con Somalia, cerca de la turística isla de Lamu.

Tras la tragedia de Garissa, la oposición pidió la retirada de las tropas kenianas desplegadas en Somalia para combatir a Al Shabab, argumento esgrimido por los terroristas para mantener su campaña de terror en Kenia.

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«Tenemos una larga frontera con Somalia e incluso levantando un muro, no funcionará. Es el momento de buscar la forma de retirar nuestras tropas de Somalia», subrayó el líder de la oposición, Raila Odinga.

Líderes del noreste de Kenia, donde se encuentra Garissa, se han apresurado a reclamar el cierre del campamento de refugiados de Dadaab, uno de los mayores del mundo y donde la mayoría son somalís.

En la sociedad civil, destacados activistas e intelectuales han pedido transparencia y justicia para las víctimas en un país demasiado acostumbrado a la violencia, procedente tanto del terrorismo de Al Shabab como de tensiones étnicas internas.

El escritor Binyavanga Wainaina cree que Kenia debe recordar a todas sus víctimas: «No somos una nación si no podemos recordar a todos los ciudadanos que perdemos (...) El olvido no es bueno», sentenció.

El activista Boniface Mwangi, que acusa al Gobierno de ocultar una cifra de muertos en Garissa que estima superior a los 200, ha llamado a la ciudadanía a participar en una vigilia mañana en Nairobi para recordar a los estudiantes asesinados.

La operación militar, todavía en curso, se ha centrado en las dos bases de las que, según fuentes del Ejército, procedían los milicianos de Al Shabaab que masacraron a los estudiantes de Garissa.

Kenia ha tenido dificultades para detener el flujo de yihadistas y armas de Al Shabaab a través de la porosa frontera de 700 kilómetros que la separa de Somalia, en un estado de guerra y caos desde hace más de dos décadas.

Esto ha permitido que, en el último año, se hayan incrementado los ataques contra ciudades kenianas fronterizas, como Mandera o la propia Garissa.

Pero el ataque contra la Universidad de Garissa ha sido el peor que sufre Kenia desde el atentado de Al Qaeda contra la embajada de Estados Unidos en Nairobi en 1998, cuando murieron 213 personas.

Al Shabaab ha matado a más de 400 personas en Kenia desde abril de 2013 en represalia por el envío de tropas a Somalia, para impedir que los yihadistas instauren un estado de corte wahabí en ese país del Cuerno de África.