Miles de refugiados procedentes de Hungría marchan por la autopista M1 con dirección a Nickelsdorf, pequeña localidad situada en la frontera austro-húngara convertida en punto de acceso a Europa occidental. | ROLAND SCHLAGER

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Austria y Alemania mantuvieron abiertas el sábado sus fronteras a miles de inmigrantes exhaustos, repelidos de Hungría por un Gobierno que intentó detenerlos pero que se vio superado por la enorme cantidad de personas decididas a llegar por tierra a Europa occidental.

Tras haber caminado los últimos metros hacia la entrada de Austria, inmigrantes mojados por la lluvia -muchos de ellos refugiados que huyeron de la guerra civil en Siria- se amontonaban para tomar trenes y autobuses a Viena, donde muchos dijeron que esperaban seguir camino hacia Alemania.

La policía alemana dijo más tarde que los primeros 450 de 10.000 inmigrantes que se espera que arriben el sábado habían llegado a Múnich en un tren especial proveniente de Austria.

En el caso de la fuerza policial austriaca, señalaron que muchos miles de personas habían pasado durante el día, destacando la magnitud de la peor crisis migratoria en el continente desde las guerras de Yugoslavia en la década de 1990.

«Fue una situación horrible en Hungría», dijo Omar, que llegó a Viena con su familia y cientos de otros inmigrantes que plagaban las plataformas y a los que se les brindaba alimento, bebida y otros suministros.

En Budapest, casi vacia de inmigrantes en el anochecer del viernes, la principal estación ferroviaria nuevamente se colmaba de más personas en busca de un destino mejor, aunque los trenes hacia Europa occidental seguían cancelados. Por eso, cientos partían a pie, diciendo que caminarían hacia la frontera austriaca igual que lo intentaron otros el viernes.

Después de días de enfrentamiento y caos, el Gobierno derechista de Hungría dijo que brindaría 100 autobuses para transportar a los inmigrantes en Budapest y a otros 1.200 que caminan por la principal carretera rumbo a Viena.

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Envueltos en sábanas y bolsas de dormir para combatir la lluvia, largas filas de inmigrantes, muchos de ellos con niños pequeños en brazos, bajaban de los autobuses del lado húngaro de la frontera y caminaban hacia Austria, y recibían fruta y agua de parte de trabajadores de grupos de ayuda humanitaria.

Algunos ciudadanos austriacos sostenían carteles que decían: «Bienvenidos, refugiados».

«Debido a la situación de emergencia actual en la frontera con Hungría, Austria y Alemania acordaron en este caso que los refugiados continúen su viaje hacia ambos países», dijo el canciller austriaco, Werner Faymann, en su página en Facebook.

Cientos escaparon el viernes desde un campamento sobrepoblado en la frontera entre Hungría y Serbia, otros huyeron desde un tren varado, corriendo de la policía antimotines por las vías férreas, en tanto, otros decidieron caminar por la carretera en una imagen emblemática de una crisis que ha dejado a Europa buscando respuestas y unidad.

La Cruz Roja de Austria dijo que espera que lleguen entre 800 a 1.500 personas a su centro de recepción de refugiados en Nickelsdorf, en la frontera con Hungría, durante la noche.

Durante días, Hungría ha cancelado todos los trenes con rumbo al oeste hacia Austria y Alemania, diciendo que está obligada bajo las normas de la Unión Europea a inscribir a todos los solicitantes de asilo, quienes deberían permanecer en el país hasta que sus solicitudes sean procesadas.

Muchos se han negado, decididos a llegar a países más ricos y más generosos del norte y occidente de Europa, principalmente Alemania.