Los ciudadanos, según indicó en la emisora RTL, «no soportan ya el desprecio de una clase política que durante años ha defendido sus intereses» y no los de la población.
Con un porcentaje cercano al 30 % según las primeras proyecciones, su partido asestó ayer un duro golpe a la alianza de centroderecha encabezada por Nicolas Sarkozy y a los socialistas, que pueden perder gran parte de su cuota de poder en las regiones.
Le Pen consideró que ese resultado, obtenido «pese a las injurias» lanzadas contra su agrupación, no es una sorpresa, sino fruto de «una larga progresión», y la constatación de «un movimiento que se implanta».
«Probar el FN, es adoptarlo», indicó la presidenta ultraderechista, que aspiró a ganar en la segunda vuelta del próximo domingo el mayor número posible de regiones para demostrar que el endeudamiento o las subidas de los impuestos no son algo inevitable, «sino una opción política».
El país, señaló, se encuentra en una situación dramática en materia de creación de riqueza, y los franceses «tienen ganas de que cambie».
Le Pen pidió no caricaturizar los argumentos de su partido, y se preguntó qué tiene de extremo «decir que hay que cesar el actual flujo de inmigrantes, cuando Francia no tiene los medios para acogerlos», o de afirmar que «hay que dejar de ayudar a los grandes grupos financieros para apoyar a las pequeñas empresas».
La líder ultraderechista estimó que el batacazo sufrido por el Partido Socialista (PS) del presidente francés, François Hollande, supone una suerte de «suicidio colectivo» para esa formación, pero tachó de desleal y antidemocrática la decisión de retirarse de las regiones en donde no tenga opción de victoria para favorecer al centroderecha en detrimento del FN.
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