Francisco ha recordado que la Madre Teresa de Calcuta estuvo «a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada». | FABIO FRUSTACI

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El Papa ha arrancado los aplausos de los miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro para asistir a la ceremonia de canonización de la Madre Teresa de Calcuta con una frase improvisada en su homilía. «Seguiremos llamándola madre de manera espontánea», ha asegurado.

Antes, el Pontífice ha destacado su fuerza al imponer «su voz a los poderosos» de la tierra, para que reconocieran sus «culpas» ante los «crímenes de la pobreza» creada por ellos mismos.

Francisco ha recordado que la Madre Teresa de Calcuta estuvo «a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada».

«Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz. La misericordia ha sido para ella la 'sal' que daba sabor a cada obra suya, y la 'luz' que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento», ha indicado.

Asimismo, ha destacado su lucha contra el aborto y ha recordado que siempre decía que «el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre».

Francisco ha valorado la figura de la monja albanesa que recibió en 1979 el Premio Nobel de la Paz, como la «incansable trabajadora de la misericordia» y ha pedido que ayude a los cristianos a comprender que el «único criterio de acción» de la Iglesia debe ser «el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión».

«Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres», ha señalado Francisco en la homilía de la canonización.

«Hoy entrego esta emblemática figura de mujer y de consagrada a todo el mundo del voluntariado: que ella sea vuestro modelo de santidad», ha agregado.

En este sentido, el Papa ha querido evidenciar que la vida cristiana «no es una simple ayuda que se presta en un momento de necesidad». «Si fuera así, sería sin duda un hermoso sentimiento de humana solidaridad que produce un beneficio inmediato, pero sería estéril porque no tiene raíz. Por el contrario, el compromiso que el Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor», ha señalado.

Sin embargo, ha realzado la labor de los voluntarios y su «servicio escondido, humilde y desinteresado». «Este loable servicio da voz a la fe y expresa la misericordia del Padre que está cerca de quien pasa necesidad», ha indicado.

Además, ha dicho que el seguimiento de Jesús es un compromiso «serio» y al mismo tiempo «gozoso» porque requiere «radicalidad y esfuerzo» para reconocer al divino Maestro en los más pobres y ponerse a su servicio. «Por esto, los voluntarios que sirven a los últimos y a los necesitados por amor a Jesús no esperan ningún agradecimiento ni gratificación, sino que renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor», ha resaltado.

Así, ha pedido a los fieles que, igual que el Señor ha ido a su encuentro y se ha inclinado sobre ellos en el momento de necesidad, deben salir al encuentro de él e inclinarse «sobre quienes han perdido la fe o viven como si Dios no existiera, sobre los jóvenes sin valores e ideales, sobre las familias en crisis, sobre los enfermos y los encarcelados, sobre los refugiados e inmigrantes, sobre los débiles e indefensos en el cuerpo y en el espíritu, sobre los menores abandonados a sí mismos, como también sobre los ancianos dejados solos».

Finalmente, ha advertido de que la Iglesia debe estar «donde haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie».