Se esperaba que Trump venciera en Ohio aupado por los blancos de clase obrera de las zonas rurales y la región de los Apalaches, entre los que ya arrasó en las primarias, pese a que el actual presidente, Barack Obama, se adjudicó el estado las dos últimas elecciones gracias al voto urbano y afroamericano.
Este estado industrial del Medio Oeste se considera un barómetro electoral desde hace más de un siglo: quien ganó en Ohio fue presidente en 28 de los últimos 30 comicios y ningún conservador llegó a la Casa Blanca sin hacerse con sus votos electorales.
Las encuestas apuntaban a una victoria de Trump, con una ventaja de 3,5 puntos según la media que elabora la web Real Clear Politics.
Los republicanos tienen su nicho de votos en el sur del estado, en las áreas rurales y en los condados de la región de los Apalaches, donde Trump arrasó en las primarias gracias al entusiasmo que su campaña ha despertado entre el votante blanco de clase trabajadora.
El mito de Ohio se sustenta en la estadística: tiene el mejor historial de los 50 estados en el voto por el candidato ganador, sus resultados siempre son muy parecidos a la media nacional y ha dado votos electorales (que se asignan en función de la población) decisivos al ganador más veces que ningún otro estado competitivo.
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