A las 10.00 hora local (09.00 GMT), compradores y turistas que frecuentaban las galerías comerciales del Louvre, situadas en el subsuelo de la plaza del museo, entraron en pánico tras escuchar disparos.
«Oímos un ruido fuerte, como de un arma de fuego, y después vimos gente correr por todos lados», explicó Arthur, un francés que se hallaba comprando en esa zona comercial en el momento del ataque.
Un individuo, al grito de «Allahu Akbar» (Alá es grande), se había abalanzado con un cuchillo contra un militar que patrullaba las galerías, a lo que un compañero del mismo respondió disparando cinco veces contra el atacante e hiriéndolo de gravedad en el abdomen.
El atacante continúa hospitalizado en estado grave, mientras el militar, bajo vigilancia médica por unos cortes en la cabeza, se encuentra fuera de peligro.
«Fueron instantes de verdadero miedo, todos teníamos en la memoria momentos terribles» dijo a EFE Chantelle, trabajadora francesa de uno de los comercios de las galerías, en referencia a los atentados yihadistas del 13 de noviembre de 2015 en París, en los que murieron 130 personas.
Después, relata, los agentes los reunieron un una zona protegida donde les explicaron lo sucedido y les prohibieron utilizar sus teléfonos móviles.
«Bastantes ya habían salido corriendo de las galerías para entonces», precisa Chantelle.
Agentes armados con fusiles establecieron un cordón de seguridad tras el incidente en el área del museo que, junto con la galería comercial, fue cerrada al público confinando a cerca de mil personas en su interior.
Las sirenas de vehículos policiales y de bomberos, entrando y saliendo de ese perímetro, alarmaron a los curiosos que tomaban fotografías de las fuerzas del orden, o se acercaban a los agentes para informarse.
Los primeros evacuados del museo comenzaron a abandonar el edificio por una puerta lateral, en torno a las 11.00, de manera tranquila y en pequeños grupos.
La mayoría se mostraban relajados y charlaban de manera distendida, al tiempo que algunos declaraban a la prensas que, a diferencia de aquellos que estaban en las galerías, no habían visto ni oído nada e incluso en ciertos casos ignoraban la razón de su confinamiento.
«¿Un terrorista ha matado a un militar, no?» preguntaba Carolina, una turista brasileña de mediana edad, mientras explicaba que el personal de seguridad del museo, tras encerrarles en la sala de arte medieval, no les había dado explicaciones precisas de los hechos.
Antes de que el siguiente grupo de evacuados la obligara a continuar calle abajo, añadió que «afortunadamente había wifi en el museo», por lo que pudieron enterarse «de todo» por sus propios medios.
En cualquier caso, este nuevo incidente, tras dos años en los que Francia ha sufrido una oleada de ataques yihadistas que se han cobrado más de 230 víctimas mortales, no pareció mermar las ganas de visitar París de los turistas.
«Ahora nos vamos a comer, y mañana mismo volvemos a ver lo que nos queda de museo», dijo a EFE Aikida, una turista china, mientras sus hijos saludaban haciendo la señal de victoria a las cámaras de televisión.
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