Un suicida en una moto se inmoló en el área de Shashdarak y causó cuatro muertos en un área céntrica de Kabul donde tienen su sede la principal agencia de inteligencia afgana, el Directorio Nacional de Seguridad (NDS, en inglés), la OTAN y varias ONGs internacionales.
Los periodistas se dirigieron a la zona sin saber que un segundo suicida que portaba una cámara con la que aparentaba ser un informador les esperaba para ejecutar la masacre, de acuerdo con el portavoz de la Policía de Kabul, Hashmat Stanekzai.
La cadena de televisión afgana Tolo News confirmó la muerte de su periodista Khair Muhammad, mientras que la emisora Azadi Radio informó del fallecimiento de tres de los suyos, Ebadullah Hananzai, Muharam Durrnai y Sabawoon Kakar.
El fotógrafo Shah Marai, de la agencia de noticias francesa AFP, también murió por la explosión, según confirmó la propia agencia en su cuenta de Twitter.
La cadena de televisión 1TV informó, por su parte, de que un cámara, Nawroz Rajabi, y el reportero Ghazi Rasouli fallecieron en el ataque, mientras que Mashal TV confirmó la muerte de sus trabajadores Salim Talash y Ali Salimi.
La acción fue reivindicada por un grupo terrorista en un comunicado oficial difundido en canales de la red social Telegram afines a los extremistas.
En él, el grupo yihadista señala que un primer terrorista detonó su chaleco explosivo en el edificio de la Inteligencia afgana y un segundo hizo lo mismo en la calle para sorprender a las personas que habían huido del primer ataque y «hacerlos pedazos».
A la cifra de muertos en Kabul se sumó, además, el asesinato en la provincia oriental de Khost de un periodista de la BBC, Ahmad Shah, al ser tiroteado por desconocidos.
El presidente afgano, Ashraf Gani, reaccionó en un comunicado en el que señaló que «la libertad de expresión es uno de los logros importantes del pueblo y el Gobierno de Afganistán. Salvaguardaremos la libertad de expresión con todo nuestro poder y capacidad», dijo.
Además señaló que estos ataques constituyen «crímenes contra la humanidad y los principios islámicos» y que atacar mezquitas, periodistas y la libertad de expresión es «un claro crimen de guerra».
Gani se refería así a otro atentado suicida que tuvo lugar este lunes en la sureña provincia de Kandahar, donde el ataque contra un convoy de la OTAN causó la muerte de once niños al derribar la explosión el muro de la mezquita en la que se encontraban.
En el atentado resultaron heridas además 20 personas, entre ellas ocho soldados rumanos de la OTAN en esa parte del país, según confirmó la Alianza en un comunicado.
Los periodistas y los medios que trabajan en Afganistán son objeto habitual de los ataques de los grupos insurgentes, como el que el pasado miércoles acabó con la vida del conocido reportero Abdul Manan Arghand, tiroteado en plena calle precisamente en Kandahar cuando se dirigía a su puesto de trabajo.
El pasado año, el número de periodistas muertos en Afganistán fue de una veintena, convirtiéndolo en el periodo «más mortífero» de los últimos 15 años, con un 54 % más de muertes que en 2016, cuando la cifra se situó en 13, según datos del Comité para la Seguridad de los Periodistas Afganos (AJSC, en inglés).
Este lunes el AJSC tildó el ataque de «cobarde» y de «crimen contra la humanidad».
La ONU condenó en los «términos más enérgicos» el ataque, en un comunicado firmado por Tadamichi Yamamoto, jefe de la misión del organismo en Afganistán (Unama).
«Estoy más indignado aún porque el ataque parece haber buscado deliberadamente como objetivo a periodistas; este ataque justo antes del Día Mundial de la Libertad de Prensa, es un asalto directo a la libertad de expresión», dijo Yamamoto.
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