Algunos de los menores sufren cuadros leves de neumonía, pero ninguno de ellos registra problemas graves de salud, apuntó en rueda de prensa uno de los facultativos encargados de evaluar el estado de salud del grupo, ingresado en el hospital provincial de Chiang Rai.
Las operaciones de salvamento se completaron este martes con el rescate de cuatro niños y un adulto, lo que estuvo precedido por la liberación de cuatro menores el lunes y otros cuatro durante la misión del martes.
Los últimos cinco rescatados llegaron al centro médico con síntomas de hipotermia por las duras condiciones que han sufrido al pasar 17 días dentro de la cueva y por la fría temperatura de las aguas que tuvieron que atravesar con la ayuda de dos buzos para alcanzar el exterior.
«Al igual que sus compañeros, ninguno padece de enfermedades infecciosas», indicó uno de los médicos.
Los familiares del primer grupo de rescatados pudieron al fin entrar en la sala donde se encuentran los niños, aunque con medidas de precaución debido al todavía débil sistema inmunológico de los menores tras pasar más de dos semanas encerrados en el interior de la montaña.
El segundo grupo de chicos rescatados se podrá reunir con sus familiares a lo largo de la jornada de este miércoles, mientras que el tercero permanecerá al menos un día más en cuarentena.
El grupo es alimentado a base de una dieta blanda con arroz y pollo, además de la ingesta de varios suplementos vitamínicos.
Los chavales y el adulto, todos en buen estado de ánimo, pasarán al menos siete días en el centro médico antes de recibir el alta.
Los doce escolares, de entre 11 y 16 años, y el entrenador, de 26, se internaron en la cavidad durante una excursión tras completar un entrenamiento de fútbol cuando las intensas lluvias de una tormenta inundaron las galerías y les impidieron la salida de la gruta.
La madre de uno de ellos dio la alerta al ver que su hijo no regresaba, pero no los encontraron hasta nueve días más tarde, hambrientos y débiles, a cuatro kilómetros de la entrada de la caverna.
El grupo ha tenido que aprender a bucear en cuestión de días, una tarea difícil si se tiene en cuenta que muchos no sabían nadar.
Dos buzos, uno delante y otro detrás, ha acompañado a cada uno de ellos por un laberinto de galerías parcialmente inundadas, con desniveles y visibilidad nula.
La dificultad de la operación quedó patente con la muerte el jueves pasado de un voluntario, antiguo miembro de los grupos de élite de la Marina, al quedarse sin aire durante una inmersión.
El portavoz oficial de los operativos, Narongsak Ossottanakorn, declaró que espera que este incidente sirva de ejemplo a los niños para que se conciencien sobre la importancia de la seguridad.
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